El pasado sábado se llevó a cabo la presentación de la asociación AHID. Esta fue una oportunidad crucial en la que se resaltó la importancia de atender las demandas de las personas dono-concebidas, quienes principalmente expresan la necesidad de formar una comunidad en busca de reconocimiento y validación, aspectos que a menudo no encuentran en sus familias o en la sociedad.
Además, se destacó el deseo de modificar la ley para abolir el anonimato, tal como ha ocurrido en la mayoría de los países europeos.
La imagen de personas de espaldas en la foto resulta sumamente significativa, reflejando la falta de apoyo que estas personas enfrentan en la actualidad. Muchas de ellas temen ser reconocidas y prefieren no perjudicar a sus familias o evitar comentarios incómodos, optando por no exponerse. El miedo al rechazo de una parte de uno mismo nunca es fácil ni agradable para nadie.
Durante el evento, tuve la oportunidad de conversar con varias mujeres adultas dono-concebidas, algunas de ellas psicólogas, así como con estudiantes de filosofía, disciplinas en las que es común cuestionarse profundamente. Nuestra historia personal influye en nuestro carácter, nuestras preferencias y en la necesidad de hacernos preguntas. Para algunos, esta influencia es más intensa, ya que en algunos casos más que otros, hay mucho por comprender.
Por otro lado, también percibí que a menudo se confunde la normalización de la diversidad familiar y la dono-concepción con su banalización. Considero fundamental situarnos en una posición de normalización para proteger a las personas concebidas de esta manera de cualquier forma de discriminación, pero esto no debería traducirse en banalizar la importancia de la consecuencia de la ruptura de los lazos genéticos, sugiriendo que «todo es igual» o que estos lazos no importan.